Cuando una persona se percata de la existencia de lesiones genitales, ya sea en pene, escroto, púbis, ingles, ano o vulva, como bultitos a simple vista y sin ocasionar mayores molestias, puede no darle importancia y dejarlas a su libre evolución.
Las verrugas genitales o condilomas acuminados o "crestas de gallo" son manifestaciones cutáneas de la infección por el virus del papiloma humano (VPH), que se contagian predominantemente por vía sexual (venérea) aunque hay la posibilidad de contraer la afección por contacto con materiales húmedos contaminados: toallas, compartir jacuzzis, etc. Aparecen por lo general a los 3 meses del contacto infectante, aunque su período de incubación puede ser más corto o largo dependiendo del sistema inmunológico de la persona y de la cepa del virus, pudiendo permanecer latente incluso por años.
Debutan como excrecencias diminutas que pueden aumentar de tamaño y número, con la superficie parecida a una cresta de gallo, o simplemente rugosas o planas, su color puede variar desde el habitual de la piel hasta más oscuras (pigmentadas).
Estas lesiones pueden estar solas, aisladas o confluir y propagarse a lo largo del territorio cutáneo, quiere decir, dependiendo de la zona pueden invadir el interior del ano, de la vagina e incluso de la uretra.
No todas las lesiones cutáneas genitales son de origen venéreo ni infeccioso, le compete al médico establecer el diagnóstico diferencial y considerar la opción terapeútica. Esto es particularmente importante cuando las lesiones no son típicas, caso de las verrugas por el virus 16 (VPH 16) que produce la papulosis bowenoide que puede sufrir de transformación maligna a un epitelioma espinocelular en el miembro, boca o laringe. Por lo que el tratamiento no puede ser el mismo que para los condilomas corrientes. De aquí la importancia de la evaluación por un especialista.
Así mismo el paciente debe ser examinado en la búsqueda de otras condiciones patológicas que puedan coexistir con las verrugas: eccemas microbianos, candidiásis cutánea, infecciones uretrales asintomáticas, etc. que pueden estar ya presentes sin saberlo el paciente y contribuir a entorpecer el tratamiento o agravar la situación de la infección por el virus del papiloma humano (VPH), por lo tanto es imprescindible realizar un estudio microscópico del área donde asientan las verrugas, de la humedad uretral y fluido vaginal así como de la cavidad oral y anal para evaluar si existen infecciones bacterianas, micóticas, parasitarias o mixtas. Un interrogatorio minucioso descubre que muchos pacientes aquejan ciertas sensaciones o molestias en la vía urinaria, vaginal o acusan picores en la piel donde se desarrollan las verrugas. Estas pruebas deben ser hechas así el paciente no manifieste ningún síntoma. Uno de los motivos por los que las verrugas reaparecen o no terminan de desaparecer es por no hacer un adecuado estudio microbiológico del paciente y tratar sólo las verrugas sin más. Existen muchas maneras de tratar las verrugas, pero en la medida de lo posible debe ser el propio facultativo quien las elimine, garantizando al paciente que el proceso está bajo el debido control médico.
En la actualidad no existen tratamientos médicos disponibles para liquidar al virus (agente patógeno) que sería lo ideal, sino para eliminar las lesiones que el mismo produce. El manejo terapéutico debe decidirlo el médico tratante en función de su evaluación particular de cada paciente, así como los controles médicos respectivos hasta que el paciente quede curado.
La curación de esta enfermedad no consiste en las desaparición del virus sino en tratar las lesiones y conseguir que el paciente esté libre de las mismas y desarrolle las defensas inmunológicas para que el virus no vuelva a manifestarse.
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