Las enfermedades venéreas que modernamente se denominan de transmisión sexual, se refieren a un grupo de infecciones que se contraen principalmente por relaciones sexuales y que son siempre contagiosas; acorde con estos dos principios en los albores de la medicina clínica y científica se consideraron las siguientes afecciones: sífilis, blenorragia, chancro blando, linfogranulomatosis inguinal subaguda, granuloma venéreo. A los que se sumaron posteriormente el herpes simplex, condilomas acuminados (VPH), candidiasis genital, ladillas y un amplio grupo de procesos que no siempre se adquieren como consecuencia de un contacto sexual ni son siempre contagiosas.
Algunos autores las denominan paravenéreas o simplemente las incluyen en la amplia clasificación de las enfermedades de transmisión sexual. Dado que muchas de estas infecciones debutan con lesiones en la piel, se propuso que su diagnóstico y abordaje terapéutico fuera de competencia dermatológica, así se unió a la dermatología la venereología.
Las enfermedades clásicas venéreas aún existen y cada vez se comprueba un mayor número de casos, como consecuencia de factores sociales, económicos, morales y de otra índole, pero en la práctica diaria se nos presentan con mayor frecuencia las no clásicas. Entre ellas la infección por el virus del papiloma humano responsable de las verrugas genitales, la infección por el virus del herpes simplex, parásitos externos como el pthirius pubis (ladillas), sarcoptes scabiei (sarna), hongos levaduriformes (Cándida albicans), parásitos internos (T. vaginalis, E. histolytica), infecciones uretrales no blenorrágicas o inespecíficas debidas entre otros microbios a clamidias, mycoplasmas, cocos piogénos, enterobacterias (E.colli,), etc.
Un apartado importante debe acordarse para las infecciones que se adquieren por contacto oral-genital (sexo oral). Se debe distinguir entre las ocasionadas por la flora habitual buco faríngea o infecciones no venéreas de esa zona a las que corresponden a las clásicas: sífilis, gonorrea, chancro blando, etc.
La flora saprófita o huésped habitual bucofaríngea cuando entra en contacto con la submucosa uretral o introito-vaginal no lesionada, esto es, sin deterioro histofisiológico no suele causar enfermedad, pero si debido a infecciones genitales previas no correctamente curadas o que han dejado secuelas cicatrizales, o bien a alteraciones anatómicas congénitas, diabetes, cálculos renales, etc, la semimucosa ha sufrido daño, dichos gérmenes en principio banales podrían instalarse y aprovecharse del medio deficitario para ocasionar uretritis, vulvovaginitis, cervicitis, prostatitis que acostumbran cursar durante meses o años sin sintomatología clara, para luego desembocar en padecimientos crónicos de difícil curación y manejo, como es el caso de la prostatitis crónica inespecífica.
A propósito el eminente venereólogo Dr. Schofield de Glasgow, dice en su clásico texto de enfermedades transmitidas sexualmente lo siguiente: "Puede producirse una estrechez uretral tras cualquier caso de uretritis inespecífica, tratada o no, y ser asintomática durante meses o años. Puede desarrollarse un infiltrado blando, en especial en la uretra bulbosa y producir más tarde episodios recurrentes de uretritis o infecciones urinarias, a veces debidas a tricomoniasis".
Siempre que se tenga la sospecha de una afección venérea o lesiones genitales, el paciente debe acudir a un médico dermatólogo- venereólogo, quien hará la evaluación clínica pertinente y prescribirá o realizará personalmente las pruebas requeridas para confirmar o descartar la impresión clínica diagnóstica. Los análisis deben ser hechos después de la visita médica y prescritos por el médico para garantizar que son los que realmente necesita el paciente y evitar así gastos innecesarios además de incrementar la natural angustia de los pacientes.
Por último resaltar, que no toda condición genital: erupciones, manchas, bultos, etc. no son necesariamente de origen infeccioso ni toda infección es obligatoriamente venérea. Otras veces el paciente puede presentar una enfermedad cutánea con localización genital del tipo psoriasis, liquen ruber plano, dermatitis seborreica, exantema fijo medicamentoso y al propio tiempo una infección. El médico dermatólogo-venereólogo esta en capacidad de establecer el distingo y prescribir la condigna conducta terapéutica en cada situación.
Un caso nos servirá a propósito para ilustrar el abordaje de un paciente con sospecha de enfermedad venérea.
E.L., de 49 años de edad, viudo. Nos consulta con el siguiente relato: hace unos meses, en el verano, de vacaciones en la playa, conocí una chica con la que mantuve relaciones sexuales con protección, aunque no recuerdo si me realizó sexo oral antes de protegerme con el preservativo. A los pocos días del encuentro sentí una especie de pinchazo en el caño de la orina (uretra) que desapareció sin tratamiento por lo que me despreocupé. Hace unos días he notado unas manchas blanquecinas en la boca y una irritación en el glande con unas costras. Acudí a un laboratorio y las pruebas sanguíneas para sífilis, VIH, etc, han dado negativas, incluso un cultivo de boca y genitales no arrojó resultado alguno, ¿no sé que hacer?.
Cuando una persona presenta signos o síntomas que le inducen a acudir a un laboratorio con la sospecha de haber contraído una enfermedad de probable contagio sexual, no busca únicamente averiguar si su sospecha es legítima, sino también recibir una explicación o diagnóstico del mal que le aqueja.
El paciente debe buscar la asistencia de un médico clínico dermatólogo - venereólogo o con competencia dermatológica que tras el interrogatorio y, el examen físico esté en capacidad de formular un diagnóstico e indicar o realizar las pruebas necesarias para confirmar o descartar el juicio clínico formado. Esto es, un enfermo es como un teorema en el que se parte de una hipótesis y por razonamientos clínicos encadenados y los análisis pertinentes se llega a una conclusión legítima. El diagnóstico no sólo es el reflejo de un análisis de laboratorio sino de la suma de la clínica (síntomas y signos), la experiencia del médico y las pruebas pertinentes.
El estudio clínico y microscópico del paciente aludido, permitió formular el diagnóstico de: " Liquen ruber plano de Wilson" de localización bucal y genital con contaminación secundaria por hongos levaduriformes y una discreta uretritis a bacterias banales bucales. El liquen ruber plano es una enfermedad de la piel que puede localizarse exclusivamente en la semimucosa oral y genital, sin connotación infecciosa alguna y cuya aparición es habitualmente desencadenada por el estrés. Probablemente el paciente padecía de estas erupciones con anterioridad, pero la alarma de la relación de riesgo motivó su consulta.
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