R. S. de 42 años de edad, casado, nos consulta con la siguiente historia: Doctor, hace 15 años padecí una purgación tratada por el médico de familia y de la que aparentemente me curé. Pero unos meses después empecé a notar una sensación de frío en el conducto, como unas ganas de orinar y un regustillo al eyacular, también algo de molestias o peso en las ingles y a veces en el recto. Por las mañanas al levantarme noto una pequeña gota que emana del meato, antes de hacer pis. Estas molestias no son constantes e incluso hay temporadas en que me siento bastante mejor. Me han hecho pruebas de sangre, ecografías y análisis de orina y de semen, incluso un tacto rectal y me dicen que estoy bien, a lo sumo lo achacan a algo nervioso. En la consulta médica privada luego del examen minucioso del área genital, palpación inguinal, etc. Se realiza un examen del exudado uretral con técnica de Schofield para examen microscópico directo comprobando la existencia de piocitos (glóbulos de pus) alrededor de 30 elementos por campo de 2 mm al microscopio óptico, cocos piógenos y escasas colonias de colibacilo, fibras de mucina. El estudio del líquido prostático obtenido por masaje de la propia glándula arrojó lo siguiente: alrededor de 40 células de pus por campo micróscopico, corpúsculos de lecitina, espermatozoos y abundante mucina (moco), colonias de flora coliforme y cocos piógenos.
Con el diagnóstico de prostatitis crónica microbiana (bacteriana) se le prescribió tratamiento médico. Este caso nos enfrenta con una de las secuelas de las uretritis tanto tratadas como no tratadas: la prostatitis crónica. Se entiende por prostatitis crónica aquella condición en que la prostáta se llena de pus, se acatarra (los clásicos hablaban de catarro prostático) y eventualmente es caldo de cultivo para que proliferen microbios, por lo general bacterias, parásitos y/o hongos o una combinación de dichos microbios. Es a menudo asintomática, pero puede acompañarse de síntomas dispares, molestias o dolores en el pene, de tipo profundo en el periné, en las ingles o en la región lumbar. Durante el curso de la prostatitis pueden aparecer trastornos de la función genital (eyaculación precoz, impotencia, erección involuntaria) y anorrectales (dolor al defecar, sensación de ocupación rectal) de carácter reversible y como foco séptico (infeccioso) contribuir a la aparición de diversas afecciones: oculares (iritis, uveítis), cutáneas (eccema numular, eccema dishidrótico, bácteride de Andrews) y articulares (reumatismos parainfecciosos). La glándula puede parecer normal y no sensible a la palpación. El exudado vertido por la uretra disminuye en la prostatitis en relación al que producía la infección previa a la infección glandular. Generalmente es discreto, revelándose por un meato (orificio urinario) persistentemente húmedo, o bien por la clásica gota matutina o militar (gota de los buenos días del Dr. Marañon)
El diagnóstico de prostatitis se efectúa mediante el hallazgo al microscopio de un exceso de células de pus en el líquido prostático obtenido mediante masaje prostático. A propósito, el eminente dermatólogo - venereólogo español profesor Don José Gay Prieto, en su texto de Treponematosis y Enfermedades transmitidas sexualmente, dice lo siguiente: "Prostatitis, siguen siendo una de las complicaciones más frecuentes de la uretritis de cualquier etiología. Las prostatitis crónicas son muchas veces causa de que no desaparezcan, pese a todos los tratamientos generales, muchas uretritis crónicas". Estos casos deben mantenerse bajo observación una vez finalizado el tratamiento hasta que el proceso haya permanecido resuelto durante un tiempo suficiente para asegurar que la curación ha sido satisfactoria.
En relación al tratamiento de las prostatitis crónicas es menester resaltar, que la mayoría de los casos no se resuelven exclusivamente con terapia antimicrobiana (antibióticos, antiparasitarios, antifungicos) es necesario facilitar el drenaje de las secreciones acumuladas en el interior de la glándula enferma, mediante sesiones periódicas de masaje prostático realizadas por el propio médico en la consulta y, cuyo valor en ayudar al enfermo es indudable, según hemos comprobado a lo largo de muchos años de ejercicio profesional.
Opinión que emana de eminentes médicos tanto dermatovenereólogos como urólogos. Entre ellos: Dr. J.K. Oates del Westminster Hospital de Londrés, Catterall, Schofield, Meyer, O´Connor, Gay Prieto, Lewin y recientemente los Dres: Curtis Nickel, Shoskes, Zeitlin, Hennenfent y Feliciano.
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